martes, 19 de enero de 2010

Haití, Noviembre de 2004

En 2004 hice un crucero por el Caribe tras una estancia en Miami. No era santo de mi devoción el encerrarme en un barco y ver un sitio cada día, pero decidimos casarnos en Agosto y en Noviembre ya estábamos dando el sí quiero en el Ayuntamiento y no había mucho que elegir ni mucho tiempo. El tío más avergonzado del mundo con la niña más bonita del lugar.

Pero a Anika le encanta el Caribe y al final uno vive para ella ya que no soy buen cliente de regalos ni sorpresas, inexpresivo, agradecido pero frío. "Lo que diga la rubia" como decían en El Informal. La decisión fue ver miniparaísos en poco tiempo a bordo de un barco lujoso. Y acertó.


Sí hijos míos, sí, esto está dentro del barco


El caso es que una vez allí descubrí que habían sitios semisalvajes en el planeta en los que se mezclaba belleza y pobreza, lujo y chabolas, naturaleza salvaje y verdaderos oásis. Y tengo gratos momentos y allí me dejé un poquito de mí, creo que alguna neurona mía pasea aún por aquellos lares.


Recuerdo subir a pie por una catarata en Ocho Ríos (Jamaica), una miniaventura al alcance de mi chica, su felicidad era más transparente que el mismo agua...

Qué puntazo! subir una cascada que llevaba directo a una playa


Añoro haber nadado entre rayas en las Gran Caimán (Islas Caimán), acariciando su piel áspera superior y su desprotegida y sedosa parte inferior, sus pasos frotando mis piernas (por eso las llaman gatos cariñosamente)...

Los calamares los echaba yo a los pies de las chicas para que las
rayas pasaran junto a ellas con el consiguiente desconcierto jajaja


Me muero por repetir una cerveza Sol en Cozumel (México) enfriada con barras de hielo en un parque protegido en el cual no había electricidad por acertada decisión gubernamental...

Sin duda, la cerveza que mejor me ha sentado jamás


Pero si algo me impactó fue una pequeña isla llamada Labadee. Adivínalo, sí, una minúscula isla de Haití. Tan pequeña como intrigante. Una peñasco separaba la playa de una zona de espesa vegetación. La playa, como se ve en la foto, tenía una barrera para no pasar de ahí. El por qué era claro, la profundidad crecía tan deprisa que el barco , con un calado de más de 15 metros podía posar ahí tan tranquilo junto a nosotros en la foto.

Impresiona un barco de 335 metros tan cerquita, ¿eh?

La isla estaba controlada al parecer por una empresa de cruceros americana llamada Royal Caribean. Ningún haitiano entraba allí sin permiso. Cuando bajaron de unas embarcaciones que ni Mark Twain hubiera imaginado para sus relatos de Tom Sawyer, Anika se dio cuenta cómo me cambiaba la cara. Camisetas de la operadora de cruceros vestían los negros cuerpos raídas, sin apenas color. La mayoría, descalzos, corrían rápidamente a montar sus puestos de cerámica, cuadros y bisutería. La cara de desesperación me ponía los pelos de punta. Tenían un par de horas para vender y estaba claro que necesitaban el dinero para comer y vestirse.

La táctica de venta era clara, parecida a la de un Zoco en Marrakech, te hacían pasar en un hueco de 2 metros cuadrados y se ponían en la salida desesperados para que compraras allí. Yo, por supuesto, me agobié de la insistencia. Fuimos a comprar dos cuadros que aún tengo colgados en casa, esperando a cambiarlos en cuanto vuelva allí.

La antes llamada isla "La Española"

Siguiendo con lo mismo, pero cambiando de tema, observé en otro viaje a la República Dominicana un generalizado racismo con respecto a los vecinos haitianos. En todos los sitios cuecen habas. Éstos eran (son) la mano de obra barata en un país ya de por sí bastante pobre. Casi todos los artistas también eran haitianos que habían cruzado al lado oeste de la isla de La Española.

Tras un regateo casi obligado por dos pequeños cuadros pintados a mano en piel de vacuno llegamos a un acuerdo, 10$ americanos. El precio me parece de risa pero al parecer los demás lo sacan más barato. Casi todo el pasaje del barco es americano e inglés y les encanta regatear. Llegado el momento de pagar una pareja de dominicanos me indica que ese precio es demasiado alto, que "allí" con 2$ come toda una familia. Yo les respondí que mejor, así podían comer 5 días en tono jocoso. Pero aparentemente ofendidos intentan hacer el regateo por su cuenta con un trato lamentable, humillante. Saco mi vinagreta y les insto "amablemente" a que no me toquen los cojones. Saqué del bolsillo todo el suelto que tenía y lamentablemente solo tenía 11$ ya que había olvidado el neceser mi mujer, mi intención era coger un billete gordo y dárselo.

La haitiana me hizo una pequeña sonrisa y resopló aliviada mientras agachaba la cabeza ante los ojos de furia de mis compañeros de viaje. Hablando de esto en el barco, ya que eran encantadores personas en todo lo demás, les hice comprender que habían dominicanos por todo el mundo padeciendo racismo. En EEUU, en España, etc. Al final se dio cuenta del error y todo quedó ahí.

Mi mayor recuerdo es el de un rasgo común entre los haitianos. Casi todos tienen un cráneo prominente que hace que su mirada parezca aún más desesperada. Tierra de esclavos, colonia, dictadura, proteccionismo de la ONU y ahora un montón de escombros. Qué pena.

Desde el puerto de Alicante vamos a intentar fletar un contenedor si es posible directamente en una fragata española, ya que el puerto de Puerto Príncipe ha quedado hecho añicos. Veremos si entre todos conseguimos 25 ó 30 toneladas de material de necesidad primaria, no es mucho pero algo hay que aportar. Yo, por mi parte, pondré una buena cantidad de dinero y mi trabajo evidentemente completamente gratis en el llenado y carga del contenedor. ¡Qué menos! Si necesito vuestra ayuda no dudéis que os daré todo el coñazo posible para que echéis un cable.


Juankir

3 comentarios:

Xocas dijo...

Gran iniciativa! Ánimo

Fran dijo...

La miseria, reflejada en esos rostros y miradas que nunca olvidaremos...
Ahora les ha tenido que tocar a ellos precisamente...

javi dijo...

La cara y la cruz está a kilómetros de distancia o a 100 metros. Lo que puede llenar el corazón no sirve para llenar ni una millonésima parte de las carencias y al revés en un número mucho menor de personas.

Salu2