Ayer mañana me disponía feliz y contento a mi recorrido fetiche, el que hago todas las semanas por Aigües últimamente (y van 4). Sin quererlo hice muy buen tiempo y disfruté como nunca de este recorrido.
En estas 4 salidas me he encontrado con 2 ardillas, 1 gran serpiente, 2 grandes lagartos y un montón de lagartijas, perdices y conejos entre otros animalillos. Pero lo que más veo, normalmente tras las vallas, son perros. Perros enseñados o consentidos a ladrar a todo el mundo que pasa. De manera agresiva.
No le das importancia al asunto. Perros corriendo paralelo a tí junto a una larga valla ladrando y gruñiendo, a veces ante la atenta y orgullosa mirada de sus dueños. Pero piensas que alguna vez puede estar abierta la puerta. Es más, ves vallas con grandes agujeros o algunos tramos fáciles de saltar por estos simpáticos animalitos.
Justo en el cruce de camino de ida y vuelta (se ve fácil en el mapa), en la llamada Partida del Coca, hay una casa de campo con un perro especialmente cansino las tres veces anteriores que pasé por ahí (dos de ellas con la puerta abierta). Ayer iba a hacer el camino en sentido contrario, lo había hablado con mi amigo Antonio y no pude hacerlo al ver al perro desafiante en medio del camino, gruñendo. Mirada al frente y media vuelta.
A la vuelta, tras ya llevar en las piernas 17km bastante durillos, llego casi a mi cita con el querido cánido cuando pasa junto a mí un todoterreno bastante deprisa escondiéndome en una nube de polvo. Le hice un gesto con la mano de desaprobación y pasé justo al lado de la puerta de su casa. La casa. La casa del perro. Empezó a ladrar, a gruñir y yo a correr tranquilo por el otro extremo del camino. Pero cuál sería mi sorpresa cuando lo vi aparecer unos 50m más adelante desafiándome y corriendo hacia mí.
Con la mierda llegando a los tobillos consigo abrir, no sin dificultad, una barrita de chocolate Hacendado (gracias Mercadona!!!). Arranco un trozo y se lo tiro fuerte para ver si prefiere los hidratos de carbono a mi pantorrilla. Con tan mala (o buena fortuna) que le doy con la barrita en toda la cabeza. El perro se asusta un poco y recula. Yo, con toda la tensión y miedo, cojo una mala hostia que ni cuando te quitan un aparcamiento en el centro. Corro detrás del perro diciéndole de todo (como si me entendiera) y huye despavorido. Lo dicho, tragicomedia.
La dueña, con los brazos en jarra, mira la escena sin llamar al perro, sin pedirme disculpas, sin preguntarme si estaba bien, nada de nada. Paro un minuto mirando alrededor pensando si ir y decirle "lo bonito que me había parecido todo", pero no estaba para ninguna tontería.
Así que me planteo:
a) Plantearme otro camino que no pase por allí
b) Denunciar a los dueños
c) Intentar hablar con los dueños y hacerles recapacitar, o que arreglen la valla o que aten al perro
La a) no la contemplo. El camino es libre y hace años que lo conozco por ir en bici con mi amigo Paconet.
La b) no me gusta porque me gustan mucho los animales y no me gustaría una solución que acabase con la vida del animal, el cuál no tiene la culpa seguramente. Pero me lo estoy pensando, al menos que algún policía hable con esta gente.
La c), dado mi carácter vinagroide, no se si será muy adecuada. Vista la reacción de la chica del todoterreno, no se si me va a contestar algo que no me guste y me provoque. Paso.
¿Tú qué harías?
P.D. Adoro a los perros, odio a algunos dueños.
Juankir
A la vuelta, tras ya llevar en las piernas 17km bastante durillos, llego casi a mi cita con el querido cánido cuando pasa junto a mí un todoterreno bastante deprisa escondiéndome en una nube de polvo. Le hice un gesto con la mano de desaprobación y pasé justo al lado de la puerta de su casa. La casa. La casa del perro. Empezó a ladrar, a gruñir y yo a correr tranquilo por el otro extremo del camino. Pero cuál sería mi sorpresa cuando lo vi aparecer unos 50m más adelante desafiándome y corriendo hacia mí.
Con la mierda llegando a los tobillos consigo abrir, no sin dificultad, una barrita de chocolate Hacendado (gracias Mercadona!!!). Arranco un trozo y se lo tiro fuerte para ver si prefiere los hidratos de carbono a mi pantorrilla. Con tan mala (o buena fortuna) que le doy con la barrita en toda la cabeza. El perro se asusta un poco y recula. Yo, con toda la tensión y miedo, cojo una mala hostia que ni cuando te quitan un aparcamiento en el centro. Corro detrás del perro diciéndole de todo (como si me entendiera) y huye despavorido. Lo dicho, tragicomedia.
La dueña, con los brazos en jarra, mira la escena sin llamar al perro, sin pedirme disculpas, sin preguntarme si estaba bien, nada de nada. Paro un minuto mirando alrededor pensando si ir y decirle "lo bonito que me había parecido todo", pero no estaba para ninguna tontería.
Así que me planteo:
a) Plantearme otro camino que no pase por allí
b) Denunciar a los dueños
c) Intentar hablar con los dueños y hacerles recapacitar, o que arreglen la valla o que aten al perro
La a) no la contemplo. El camino es libre y hace años que lo conozco por ir en bici con mi amigo Paconet.
La b) no me gusta porque me gustan mucho los animales y no me gustaría una solución que acabase con la vida del animal, el cuál no tiene la culpa seguramente. Pero me lo estoy pensando, al menos que algún policía hable con esta gente.
La c), dado mi carácter vinagroide, no se si será muy adecuada. Vista la reacción de la chica del todoterreno, no se si me va a contestar algo que no me guste y me provoque. Paso.
¿Tú qué harías?
P.D. Adoro a los perros, odio a algunos dueños.
Juankir